La base del ninjutsu era el Sistema de Recorrido de Chakra que llevaba la energía del ser -es decir, chakra- a través de sus caminos. Kankurou había sin duda lanzado sus propios hilos cargados de chakra hacia el gigante en su ataque.
Había, en pocas palabras, vuelto al gigante en una especia de ‘marioneta viviente’.
Claro, el chakra no tenía un jutsu como el byakugan que le permitiera ver perfectamente los caminos de chakra de sus oponentes. Pero, si estudiabas el asunto con la suficiente diligencia, entonces podías fácilmente enviar tu chakra para invadir los Recorridos de Chakra de tu oponente, creando entonces una corriente en contra de chakra y volviendo su jutsu un caos.
Incapaz de mantener su jutsu Raijiga, el gigante cayó a sus rodillas.
Si era un shinobi experimentado, sería capaz de volver a ponerse de pie luego de unos segundos.
Su oponente definitivamente era un shinobi experimentado, pero, uno desafortunado.
El segundo en el que cayó, Kankurou envió tres chuunin volando a subirse sobre él, y el gigante… o en realidad, el shinobi que solía ser un gigante, fue capturado al instante.
“‘Raijinga’ Kajuura, terrorista jounin de la aldea Ishigakure, estás bajo arresto.” Dijo Kankurou, y ni un segundo después, las manos y boca del nukenin Kajuura estaban cuviertas de grilletes.
No era necesario decir que los grilletes estaban ahí para prevenir que el criminal cometiera suicidio.
“¿No vamos a matarlo, señor?” Preguntó Amagi. Tenía una expresión irritada en el rostro. “Mató a tres de sus propios estudiantes. Y en el proceso, a diez ciudadanos.”
“¿Así es?” Preguntó Kankurou.
Kankurou ya había pasado hace mucho la etapa donde se sentía abrumado emocionalmente con ese número de muertes.
En la guerra, docenas y cientos más shinobi habían muerto.
“¿Quieres matarlo?” Le preguntó a Amagi.
“Sí.”
“Bien entonces, puedes matarlo.” Dijo Kankurou, poniendo un kunai en la mano de Amagi. “Pero, sólo puedes matarlo si puedes garantizar que traerás de regreso a los genin y ciudadanos que él asesinó. ¿Qué tal? ¿Puedes hacerlo?”
“Es- eso es…”
“Si no puedes, entonces después de matarlo, también te matarán. Dejando de lado lo que las relaciones de este bastardo y la aldea te harán si lo matas, un shinobi muerte no carga las técnicas secretas que la gente quiere de regreso. Un shinobi muerto es sólo un inútil montón de carne. No necesito un subordinado que crea tales inútiles cosas.”
“…No lo haré.” Dijo Amagi.
“Ya veo.”
Amagi había dado una buena respuesta. Si lograba sobrevivir unas cuantas batallas más, definitivamente se convertiría en un buen shinobi.
“Amagi.” Dijo Kankurou. “Cuando se reduce a esto, también quiero matarlo.”
“…Capitán.”
“Es un terrorista por contratar, y sólo el número de víctimas que conocemos es sobre un centenar de niñas pequeñas. Claro que nadie quiere dejarlo con vida.” Kankurou estaba mirando hacia abajo a su prisionero mientras hablaba. Los ojos de Kajuura estaban vendados también, sólo en caso de que pudiese usar doujutsu. “Pero, si lo matamos por odio, entonces no seremos distintos de él. No podemos ser como este tipo.”
“Shinobi son aquellos que resisten…” Murmuró Amagi.
“Exactamente.” Dijo Kankurou, y le dio una amplia sonrisa. “Bien, ¡vamos a casa! Ustedes completaron sin problemas una misión rango A el día de hoy. ¡Es algo para celebrar! ¡Los invitaré a una pila de cordero asado!”
“¡OOOOOO!” Los jóvenes shinobi dejaron salir un contento vitoreo.
“…Y ahora mencionaré, los resultados de esta estrategia para capturar a Kajuura que se llevó a cabo hace tres días. La interrogación a Kajuura ha revelado la existencia de una organización mayor detrás de él. Nuestras intención es llevar a cabo un arresto en masa en algunos días. El asunto sobre la custodia de Kajuura luego de ese evento será discutido entre los Cinco Kage.” Gaara terminó de leer el largo reporte a los Consejeros Ancianos alineados en frente de él.
El líder de la aldea Sunagakure podría ser Gaara, pero las influencias realmente poderosas eran los shinobi ancianos que se habían retirado de las líneas de batalla.
Era un grupo de representantes de varias tribus que organizaron la aldea, y Gaara no podía tomar una decisión sin recurrir a ellos primero. Las reuniones semanales que tenían sobre los reportes eran en realidad ocasiones para Gaara y los Consejeros para llegar a un acuerdo en varios temas.
“Ahum.” Uno de los ancianos habló. “Como se espera del Kazekage. Ninguno de nosotros tiene nada por lo que estemos preocupados.”
En cuanto decía eso, la línea de rostros arrugados asintió al unísono.
“Ah, y ahora que lo mencionas…” Ebizou, el cabecilla de los Consejeros, le dio a Gaara una amplia sonrisa desde donde se sentaba en frente de Gaara.”
‘Ya era tiempo de que llegaras ahí.’ Eso era lo que probablemente el amigo de Gaara, Uzumaki Naruto habría dicho. Probablemente también habría sacado su lengua.
Pero, Gaara no podía decir cosas como esas.
Sólo pensó ‘como esperaba’, y dejó que la más sutil arruga apareciera entre sus cejas.
“Desde aho