Corría el año 1986 y ya llevaba yendo un tiempo por el Barrio de Malasaña. La post-movida, los camellos, los botellines y los sandwichs de los chinos a pie de calle eran habituales. También lo era que se pudiera fumar en los locales y que un bar de copas no cerrara a las 3 de la mañana, la noche se podía alargar sin problemas y sin darte un sablazo.